Unidad 2 Actividad 2 Sesión 4 Estudio en Escarlata




Unidad 2 Actividad 2 Sesión 4
Edith Gpe. Zenteno Evangelista



Estudio En Escarlata
Arthur Conan Doyle

El señor Sherlock Holmes hombre muy misterioso, apacible y de costumbres regulares que le gustaba mucho la investigación  formar ideas claras de los diferentes efectos cotidianos, muy concreto y exacto en sus conocimientos.

En su estudio de escarlata se basaba en la observación, deducción y en el análisis haciendo un examen justo y sistemático de todo cuanto le rodeaba, y que enseña en que cosas hay que fijarse y que es lo que hay que buscar.

Usaba una cantidad de conocimientos especiales que aplico al problema en cuestión, lo que facilito de un modo asombroso las cosas. Las reglas para la deducción que es un valor inapreciable y la facultad de observar. 

Realizo un resumen de los puntos difíciles de la situación de una manera concisa y acertada. Mientras que Lestrade y Gregson se basan en lo superficial Holmes realiza estudios más  profundos de los  hechos recabados. Capto desde el principio de la investigación la importancia de la única clave autentica que tenía delante  tuvo la buena suerte de aferrarse a ella, y todo cuanto ha ocurrido desde entonces ha servido para confirmar mi suposición primera: mejor dicho no fue sino secuencia lógica.

Explicando que todo aquello que se sale de lo vulgar no resulta un obstáculo, sino que es más bien una guía. El gran factor cuando se trata de resolver un problema de esta clase, es la capacidad para razonar hacia atrás. Esta es una cualidad muy útil y muy fácil pero la gente no se ejercita mucho en ella. En las tareas corrientes de la vida cotidiana resulta de mayor utilidad el razonar hacia adelante, y por eso se le desatiende. Por cada persona que sabe analizar, hay cincuenta que saben razonar por síntesis.

Son muchas las personas que, si usted les describe una serie de hechos, le anunciaran cual va a ser el resultado. Son capaces de coordinar en su cerebro los hechos, y deducir que han de tener una consecuencia determinada. Sin embargo, son pocas las personas que diciéndole usted el resultado, son capaces de extraer de lo más hondo de su propia conciencia los pasos que condujeron a ese resultado.  A esta facultad me refiero cuando hablo de razonar hacia atrás: es decir, analíticamente.

Realizo las diferentes etapas del razonamiento:

1.- Llego a la casa, a pie y con el cerebro libre de toda clase de impresión, examino la carretera, y descubrió las huellas claras de un carruaje, que había estado allí en el transcurso de la noche. Por lo estrecho de la marca de las ruedas se convenció de que no se trataba de un carruaje particular, sino de uno de alquiler. El coche Hansom de cuatro ruedas que llaman Growler es mucho más estrecho que el particular llamado Brougham.
2.- Avanzo por el sendero del jardín, y dio la casualidad de que trataba de un suelo de ardua, extraordinariamente apto para que se graben en el mismo huellas. Descubrí las fuertes pisadas los guardias, pero vi también las pistas de dos hombres que habían pisado primero en jardín. Era cosa fácil afirmar que habían pasado antes que los otros, porque en algunos sitios sus huellas habían quedado borradas del todo al pisar los segundos encima mismos. Que me informo de que los visitantes nocturnos habían sido dos, uno de ellos notable por su estatura (lo que calcule por la longitud de su zancada) y el otro elegantemente vestido, a juzgar por la huella pequeña y elegante que dejaron sus botas. Esta última deducción quedo confirmada al entrar en la casa. Allí tenía delante de mí al hombre bien calzado.

3.- Si había existido asesinato, este había sido cometido por el individuo alto. El muerto no tenía en su cuerpo herida alguna, pero la expresión agitada de su rostro me proporciono la certeza de que él había visto lo que venía encima. Las personas que fallecen de una enfermedad cardiaca, o por cualquier causa natural repentina, jamás tienen en sus facciones señal alguna de emoción.  Cuando olisque los labios del muerto pude percibir un leve olorcillo agrio, y llegue a la conclusión de que se la había obligado a ingerir un veneno. Había llegado a este resultado por el método de la exclusión, porque ninguna otra hipótesis se ajustaba a los hechos.

4.- Se le presento el gran interrogante del móvil. Este no había sido el robo, puesto que no le habían despojado de nada. ¿Se trataría, pues, de política o mediaba una mujer? Los asesinatos políticos tienen por costumbre darse a la fuga en cuanto ha realizado su cometido. Este asesinato por el contrario, había sido llevado a cabo de un modo muy pausado, y que quien lo perpetro había dejado huellas suyas por toda la habitación, mostrando con ello que había estado presente desde el principio hasta el fin. Ofensa que exigía un castigo tan metódico era, por fuerza, de tipo privado, y no político. Al descubrir en la pared aquella inscripción, me incline más que nunca a mi punto de vista. Estaba demasiado claro que aquello era una aliagaza

5.- Pero la cuestión quedo zanjada al encontrar el anillo. El asesino se sirvió del mismo para obligar a la víctima a hacer memoria de alguna muerta o ausente. Fue cuando pregunte a Gregson si en su telegrama a Cleveland había indagado acerca de algún punto concreto de la vida anterior del señor Drebber. Contesto negativamente por lo que procedí a escudriñar con mucho cuidado la habitación y confirme respecto a la estatura del asesino, y me proporciono los detalles adicionales referentes al cigarro de trichinopoly y a la largura de las uñas. Al no ver señales de lucha llego a la conclusión de que la sangre que manchaba el suelo había brotado de la nariz del asesino, debido a su emoción. Pude comprobar que las huellas de la sangre coincidían con la de sus pisadas. Es cosa rara que una persona, como no sea de temperamento sanguíneo, sufra ese estallido de sangre por efecto la emoción, y por ello aventure la opinión de que el criminal era, probablemente, hombre robusto y de cara rubicunda. Los hechos demostraron que mi juicio era correcto.

6.- Salimos de la casa y procedí a telegrafiar a la jefatura de policía de Cleveland, circunscribiendo mi pregunta a lo relativo al matrimonio de Enoch Drebber. La contestación fue terminante. Me informaron que con anterioridad habia acudido Drebber a solicitar la protección de la ley contra un antiguo rival amoroso, llamado Jefferson Hope, y que este se encontraba en Europa. Sabía que ya tenía en mis manos la clave del misterio, y solo me quedaba atrapar al asesino. En ese momento había llegado mentalmente a la conclusión de que el hombre que entro a la casa con Drebber no era otro que el mismo cochero del carruaje. Las marcas que descubrí en la carretera me demostraron que el caballo se había movido de un lado a otro de una manera que no lo habrían hecho de haber estado alguien cuidándolo. ¿Dónde, pues, podía estar el cochero, como no fuese dentro de la casa? Además, es absurdo suponer que ninguna persona que se encuentre en su sano juicio cometa un crimen premeditado a la vista.

7.- Y por último si alguien quiere seguirle los pasos a otra persona en sus andanzas por Londres, ¿Qué mejor medio puede adoptar que el que ser conductor de un coche público? Todo eso me llevo a la conclusión de que a Jefferson Hope habría de encontrarlo entre los aurigas de la metrópoli. Si el había trabajado de cochero, no había razón de suponer que hubiese dejado ya de serlo. Todo lo contrario desde el punto de vista suyo, cualquier cambio repentino podría atraer la atención hacia su persona. Por algún tiempo al menos, siguiese desempeñando sus tareas. Tampoco había razón para actuar con un nombre falso en un país en el que no era conocido. Por eso organice a mi cuerpo de detectives vagabundos, y los hice presentarse de una manera sistemática a todos los propietarios de coches de alquiler de Londres, hasta que huronearon donde estaba el hombre tras el que andaba yo.

Como ustedes ven, el todo constituye una cadena de ilación lógicas sin una ruptura ni una grieta.





Referencias
1.      Stock, Randall (en inglés) «Beeton's Christmas Annual 1887: An Annotated Checklist and Census.» The Best of Sherlock Holmes.com. Consultado el 1 de noviembre de 2015.
3.     Volver arriba↑ Schindler, Hal (1994) (en inglés) «The Case Of The Repentant Writer Sherlock Holmes' Creator Raises The Wrath Of Mormons.» The Salt Lake Tribune. Consultado el 5 de julio de 2014.

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